Cómo llegué hasta aquí
- Basket Dreamer
- 5 feb 2020
- 3 Min. de lectura
Me llamo Claudia Aponte, tengo 29 años, soy de Asunción, Paraguay.
Cuando era chiquita, con 4 o 5 años, me acuerdo que jugaba con mi
padre y mi hermano a pasarnos un balón de baloncesto y yo tenía
miedo del balón, cuando me daban un pase estiraba los brazos para
protegerme. No sé porque tenía tanto miedo al balón, lo cierto es que
con 6 años mi padre me llevó a practicar con mi hermano. Al principio
no me gustó nada, no quería ir porque me perdía todos los cumples
del cole, mi padre no me dejaba faltar a entrenar nunca. Aprendí lo
básico, hacíamos mucho bote y tiro con mi entrenador, al que
llamábamos Pantera. A medida que pasaba el tiempo yo empecé a
pasarlo mejor y a hacer amigos. Con 10 años me convocaron a
participar en un torneo de minibasket que se realizaba en Brasil. Eran
como unos juegos escolares, viajamos varias jugadoras de equipos
diferentes del país. Viajamos durante casi 24 horas en bus hasta
Brasil y allí dormíamos en bungalows. En este viaje me empezó a
gustar de verdad esto de jugar.
Seguí entrenando, me gustaba mucho tirar a canasta, de hecho, era
casi lo único que hacía... tirar. Era lo que me pedía Pantera, cuando
jugábamos me acuerdo que pasaba el medio el campo y escuchaba
que me gritaba: “tu tiro!” y yo le hacía caso... Me comenzó a gustar
mucho el fútbol, pero recuerdo que mi padre me decía que mi deporte
era el baloncesto. En el cole empezamos un grupo de mi edad a
entrenar a fútbol y a viajar a torneos de la copa Fox Kids, eran una
pasada. Pero yo no fui a ninguno porque mi padre me decía que no
podía, que tenía que entrenar mi deporte. Mi padre siempre me
inculcó la disciplina y el compromiso.
Y así pasábamos mi hermano y yo todas las tardes de la semana en el
club Felix Pérez de Asunción. Horas y horas jugando con niñas y
niños, no sólo jugabámos a basket, ahí se jugaba de todo. También se
hacían barbacoas y se juntaban los padres y nosotros los niños, era
todo muy familiar, los disfrutábamos mucho.
Cuando tenía 12 años comencé a ir con la selección. Mi primer torneo
fue en Bolivia, era un sudamericano sub 18. Todas mis compañeras
tenían menos edad, pero yo era la más pequeña. Perdimos de paliza
todos y cada uno de los partidos que jugamos. A partir de aquí, la
confederación de basket de Paraguay empezó a hacer caso a mi
generación. Decían que harían un operativo con nosotras porque
teníamos un futuro prometedor. Y después de mucho trabajo, entrenos
eternos, madrugones, concentraciones… vinieron torneos donde
conseguimos medallas de bronce, plata y oro, y hasta una
clasificación a un panamericano sub 18 en Estados Unidos. Todos
estos fueron logros importantes y poco habituales para un país como
el nuestro. Gracias a la selección conocí países como Venezuela,
Argentina, Estados Unidos, Chile, Ecuador…
Con 15 años, yo era una niña que vivía por y para el baloncesto. En
plena adolescencia estaba enamorada de este deporte. Seguía los
pasos de una referente de mi país, una chica de 20 años que se
llamaba Paola Ferrari. Ella acababa de marcharse a España para
jugar en un equipo profesional de la liga 2, en Santiago de
Compostela. Me ayudó a contactar con las personas que le habían
llevado hasta allí, para ver la posibilidad de poder hacer lo mismo. En
pocas semanas, estas personas, Fran y Nico para ser más exactos, se
pasaron por mi ciudad en Asunción, aprovechando que estaban en
Brasil viendo el mundial femenino, y me vieron jugar. En cosa de una
semana yo tenía un contrato de 5 años y un billete para ir a España.
Mi madre a todo esto, y como es lógico, se negó a dejarme ir, cómo
me iba a marchar con 15 años de casa y encima a Europa, a otro
mundo. Para ella era una locura, y un no rotundo, pero mi espíritu
rebelde de niña de 15 años y un sueño que cumplir lo tenía muy claro.
Entonces mi madre no tuvo otra que ceder y dejarme marchar. Y mi
padre, aunque le causaba tristeza que me marche, no se oponía,
quizá porque fue el que siempre me apoyó y me impulsó a entrenar y
perseverar en busca de este sueño.
Así empezó mi aventura, que perdura hoy con 29 años. Pasaron casi
14 años y aquí estamos. Contaré la historia por partes, para poder dar
más detalles sobre todas las etapas que he vivido hasta el día de hoy
con el baloncesto, deporte del que sigo enamorada. Sé que gracias al
basket hoy soy quien soy, y en gran parte por lo que hoy estoy aquí.
C. Aponte López.
Commentaires